Eso que tal vez sea



 La mayor parte del tiempo nos creemos libres de pensamiento y acción. Aparentemente podríamos hacer casi cualquier cosa, dentro de los límites que nos imponen las leyes y las convenciones sociales de la cultura en la que hemos sido criados.
 La paradoja es que pudiendo caminar por un amplio prado escogemos hacerlo por por un estrecho camino, y aun así pensamos que somos afortunados por disponer de ese camino para nosotros solos. 
 Es sencillo observar los defectos de los demás y aconsejar sobre tal o cual asunto sobre el que pensamos que deberían hacer algo al respecto. Toda nuestra buena intención se vuelve estéril cuando actuamos sin pensar en que tal vez el otro no desee nuestra ayuda; en todo caso en el momento que realmente la necesite nos lo hará saber, o tal vez no.
 Lo que no resulta tan común es observar los propios defectos y dejar de actuar de forma mecánica, sin esa aparente libertad de la que disponemos. No hay nada más alejado de esa libertad que responder de la misma forma a un mismo tipo de estímulo. 
 Aquella respuesta que en cierta ocasión nos resultó de utilidad puede no serlo más adelante, ¿no es cierto? Incluso sabiendolo racionalmente caemos una y otra vez en la reiteración. 
 En esas ocasiones en las que se rompe la absurda repetición se aprecia un gran alivio, como si por un instante recuperáramos una fracción de esa libertad de la que hablábamos. Es muy humano repetir infinitamente los mismos errores, pero también tenemos la capacidad de aprender de ellos y comportarnos como algo más que seres siendo arrastrados por las emociones más básicas . 
 Cada cual que decida su propio camino. YO, aunque sea poco a poco, escojo aprender.