Meditación del árbol


Cierro los ojos. Realizo tres respiraciones profundas. Imagino un árbol que esta frente a mí, a unos metros de distancia. Me acerco a él y lo abrazo. Comienzo a sentir la energía del árbol, permitiendo que entre en contacto conmigo. Después de unos momentos, deshago el abrazo.

Me doy la vuelta y apoyo la espalda contra el tronco, con todo mi peso, confiando. Ahora trato de sintonizar con el árbol, desdibujando aquello que me hace "ser" e imaginando que yo soy el árbol, me siento árbol. Comienzo a sentir como mis raíces se extienden profundamente en la tierra y extraen nutrientes, energía y vida de la madre tierra.

Con cada inhalación absorbo energía y la distribuyo por todo mi ser, desde las raíces hasta la copa y todas las ramas. Cuando exhalo expulso de mi cualquier emoción o pensamiento que bloqueen el fluir de la energía.

Permanezco realizando esta beneficiosa respiración el tiempo que considere necesario para regenerarme de la rutina diaria, los problemas y todas aquellas cosas que me alejan de mi centro.

Ahora concentro mi atención hacia lo alto, hacia las ramas y las hojas del árbol extendidas hacia el cielo. Al respirar extraigo la energía y la luz del Sol, el padre, y permito que esta energía benéfica me ayude a sanar.
A medida que respiro profundamente permito que entrenen mi mente los atributos paternales que de niño haya podido echar de menos en mi propio padre, tales como: CORAJE, SABIDURÍA, COMPRENSIÓN, ACEPTACIÓN... Me sumerjo en ellos sin oponer resistencia, y si la hubiera la observo con una sonrisa hasta que se disuelva por sí sola. Los dejo fluir hasta que poco a poco, vayan llenando los vacíos que pueda tener dentro de mí.

Vuelvo a tener conciencia de mi ser corporal, ya separado del árbol. Le agradezco su ayuda.
Ahora tengo un lugar al que acudir cuando necesite conectar conmigo mismo.

Poco a poco vuelvo a sentir el cuerpo, los pies, las manos, bostezo si es necesario, y abro los ojos cuando esté preparado.