Personal (X)

Pies que se arrastran. Nada más. Atrás quedó el enfado y la rabia. Parecen paisajes lejanos pintados en un cuadro perdido en el fondo del mar. Cuerpo marchito, sin ánimo siquiera de quejarse y reclamar algo más para sí mismo. Demasiado esfuerzo, piensa.
El silencio flota alrededor. Es agradable. Tras él hay sonrisas furtivas que has de adivinar. No quieras ver lo simple como advertencia de lo evidente; más allá duerme la fina respuesta que podría dar con algo de verdadero sentido.
Caos sonoro. No sabe quién habla ahora. ¿Tal vez él? Sombras danzan alrededor, unas oscuras y densas, otras luminosas y limpias.
Gran día debajo del amanecer que no es mío.
Debes ser como yo quiera. No te atrevas a contradecirme. Aunque no te creas, ultimamente ya ni dejo que se enfaden por mí, como antes ellos solían hacer. Ahora hablo, de la forma que sea, y las puertas se cierran tras de mí. Hay que hacer estallar al menos un par de bombillas para despertar a los vagos, dicen los viejos refranes.
No importa la forma. Dentro de un cofrecito que tengo debajo de la cama he dejado olvidado el rencor y la furia que surgía del silencio que no demuestra nada. Días de complejos de no saber. Si no sé es porque no hay más. Quien juega a engañar se compromete poco consigo mismo, para empezar la historia.
Tal vez porque una vez consideré que era lo más apropiado, cada vez que siento que alguien pretende engañarme, siento una gran rabia. Bien. Solamente es una de las múltiples formas de actuar. Y ahora no me habléis de lo que debería hacer. Ni yo mismo lo sé. Aunque en la linea de lo que tal vez podría ser, no tengo ni la más remota idea de donde ponerme. Tal vez ahí está el punto.
Ayer tal vez hubo uno de esos puntos. Desubicado, sin apego emocional. Simplemente hacer lo que debe hacerse en su justo momento. No actuar según los impulsos antiguos, que tratan a las personas diferentes según la simpatía que se profesa hacia ellas.
Dos extremos: ¿te gusta? Se le perdona casi todo. ¿No es el caso? Guerra abierta.
Aún así... aún así las acciones no van hasta el final casi nunca. Es como lanzar una bola al aire y no atreverse a hacerlo en el último momento, o lanzarla con tan poca fuerza que el gesto sea practicamente inexistente. ¿Alguna lógica en ello? Es evidente. Miedo a llegar más alto de lo que los límites indican. Hay quien dice que el mundo se acaba en un precipicio y que no debes cruzar más lejos.
Solo puedo decir que los limites imaginarios que rodean esa casa que podríamos llamar a mi existencia están más cerca de lo que debieran. Nada físico los indica, y no es necesario. Soy el único dueño y señor de ellos. Nadie más. Tal vez las personas que consciente o inconscientemente lo han hecho o han contribuido a ello no san más que pálidos reflejos de lo que yo necesitaba recibir o aprender en cada momento de mi existencia.
Echar la culpa a algo externo. Bonito argumento de película de serie B.
Esa es una de las ideas que se instalan en algún momento en la cabeza y que cuestan quitar de allí. Cuantas veces hemos recurrido a ellas de forma automática, incrementando su poder y haciendo que sus raíces se volvieran más y más profundas...
Realizar el trabajo inverso es una de esas tareas necesarias e imprescindibles, pero por ahora no voy a dar sermones de comportamiento que ni yo mismo cumplo, ni ninguna brillante idea que haya escuchado o leído en un bonito libro. Tarde para eso, hoy no es día.
Hoy es día para no callar lo que se piensa de las cosas que no funcionan, por muy adornadas que estén de bonitos títulos conseguidos en países exóticos. Mi salud está en juego, y más importante que eso, hay una forma adecuada de hacer las cosas, y cuando hay descuido, no creo que se pueda tener la confianza de los demás.
Hacer, no hacer. Dejarse llevar o no. Lo que tal vez te haga olvidar durante unas horas, unos días, tal vez para siempre. Yo aprendí a usar ciertas cosas, ¿y tú? ¿a ti qué te sirve? ¿que haces cuando te sientes perdido? ¿cuando hay algo que no quieres afrontar?
Algunos huyen a lugares con bonitos nombres y resonancias románticas; llenan su tiempo escapando lo más lejos posible. Llenan su mente de ilusiones de viajar, de enriquecerse culturalmente, de no parar ni un segundo para no tener que enfrentarse a aquello que más temen, ellos mismos.
Hay otro tipo de individuos. Estos no van a ninguna parte. Se conforman con seguir una vida más solitaria. No van a ninguna parte. Tal vez por eso podrían tener una cierta ventaja. Pero no. Hay dos maneras de escaparse. Hacia afuera y hacia adentro. Escaparse hacia adentro sin profundizar en uno mismo es tan poco práctico como pasar dos semanas en el polo norte viendo pingüinos y alegrarse por ver una aurora boreal.
No sé muy bien adonde lleva todo esto. Tal vez tú lo sepas y quieras decirme, o indicarme, con el suficiente tacto para que no me enfade, qué conclusión podría sacar de tanta idea desordenada y confusa que da vueltas por aquí.
Otra vez no hay silencio para pensar. Deseo lo que no tengo para no variar.
Se acaba el tiempo de poder decir nada más o nada menos. Otro momento para continuar. Nadie sabe qué pasara ni que nos deparará el momento siguiente. Hay un pero que sigue en su sitio inmóvil. Aguardar lo que venga sin falsas expectativas, amigo mío.
Sentimiento de soledad. No sé si es mía. Deseada. Odiada. Unas veces una, unas veces otra. Falsa soledad. Soledad es mirar hacia adentro y aceptar lo que encuentras allí. La soledad vestida con pasatiempos estúpidos que no llevan a ninguna parte no es soledad, es eso mismo, estupidez revestida de estupidez....

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