Absurdos (XI)




Gime el titiritero deambulante milagrosamente esperanzado de que aquello fuera una pasión de fuerza mayor y no hollara su alma más de lo necesario. No era plan de andar llevando por ahí cicatrices por el hecho de parecer más de lo que era. Muchos se embadurnan de experiencias como quien le pone barniz a un mueble. ¡Miren señores lo experimentado que soy, ciudadano del mundo y políglota glotón de los placeres universales! 

Mil y unas estridencias cambian al segundo de crearlas huyendo patas abajo. 

Monseñor estruendo cierra un prestigioso túnel de lavado por llevar a los hogares de ciruelo del condado más jabón de lo debido. 

Lucrecia la de los pompones se pasea desconsolada por las curvas de un mapa topográfico, concretamente por la línea del +135, sin conseguir que Gerardo el de los mofletes de la línea del +136 le haga el mínimo caso que alguien que desea que le hagan caso considera como una mínima señal de que, efectivamente, le hacen el mínimo caso que desearía y no consigue. 

Misteriosamente la señal acústica que marcaba el final de la jornada laboral sonó más tarde de lo habitual, tanto que aún la esperamos y como somos personas educadas y de  buen hacer laboralmente hablando seguimos trabajando al momento presente transcurridos ya ciento treinta y cinco años con sus días y sus noches. Esperamos ya que somos gente paciente y como es mejor tener algo que la cosa está muy mal que dicen que hay crisis de mantas térmicas pues nos abrigamos y bien sentaditos hasta nos hacemos nuestras cosas encima para no quedar mal. Al menos se le ve contento al jefe.  


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