Textos (II) Cabezas a punto de estallar

Nada es lo que debiera. Nunca supe si era barro lo que arrastraban mis pies o diamantes para hacer el collar más bello. Un pétalo repleto de sonrisas vibra a mi lado. Yo dejo detrás lo que no me acompaña. Así es la soledad que huye de los justos de corazón.
Malvivir es lo opuesto a tantas cosas para poder ser que podría defecar durante miles de años antes de haberme vaciado realmente por dentro. No hay un final donde puedas transformarte en mariposa multicolor. La mierda es siempre mierda. Se es lo que se es antes y ahora, cuando en la cabeza bullen las almas de los desbaratados de la resistencia, no deja de ser un pobre intento de pertenecer a lo que sabes que tal vez no puedo ser.

Un apagado impulso que no fue tal, mal visto por aquellos ignorantes de las propias verdades reflejadas en los muros transparentes. Mal que bien, deducir otros posibles futuros no debiera estar entre las competencias de los mortales.

Una vez fui lo que no pude imaginar. Aspiré la esencia de los dioses de vidrio tintado. Males de muchos para ser siquiera algo.

Al final, lo imposible resbala al comprender que se ignora lo conocido y el oro se transmuta en arena entre los dedos. Esperanza tras la esquina, prostituyéndose para aquellos desgraciados que no saben luchar por sí mismos. Reviento una y mil veces, exploto manchando el suelo de mierda, dándole un sentido a la inmundicia que veo alrededor. Juego con los restos, que nadie desea. No siento asco, aunque lo antiguo ahora sea negro como mi corazón. Juego a ser otra vez el mercader que se arrastra en bonitas palabras y falta de ganas, vacío como lo no deseado. No hay mas por el momento...

Huyo del que no sabe. Cada día es una vuelta confusa alrededor. Soy el que da vueltas y el que no se mueve. Quiero preguntarme y a los otros como se hace. No lo haré. Conozco las respuestas. Juego a ignorar e ignorarme. Soy lo que dejo de ser, la nada que se reinventa a sí misma, un efluvio de misterio para así poder perderme en lugares donde nadie me deje encontrarme.

Duele lo ignorado, el ocupar un sitio porque toca hacerlo. Subir hacia un supuesto cielo repleto de pétalos de rosas. Quien sepa algo más debería callar antes de hablar. Nuestra luz no es tal.

Llantos desnudos y aparentes aparecen ahora. Suaves como el primer tacto, aquel inocente ignorante de las maldades humanas. Desperté para dejar atrás un poco más de mí. Los restos de aquel pasado que a veces olvido siguen ahí. Debería jugar a pintarlos de color, a darles una capa de vida para poder admitirlos como compañeros y verlos a la luz verdadera.
Ahora descanso un poco, triste por mí y por lo que no quiero ver. La noche sigue aunque no sea tu destino descansar, me dice una voz al oído.

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