VISIONES(IV)



















Detengo los pensamientos. Busco el silencio. El mar embravecido de mi mente se rebela. No paro de pensar, un pensamiento lleva al otro, a la locura, al delirio, a la obsesión.
¿Hacia dónde voy?
Silencio.
La tormenta se detiene un instante...

Acepto lo que ha de venir. Será la primera prueba. Yo romperé la cadena de despropósitos, lucharé para ser libre.
Ya llega el dolor. Las paredes del paraíso se desgarran en un corte longitudinal. Dos manos se introducen por la abertura y tiran de mí hacia afuera. La luz de la sala de operaciones me ciega. Ya nunca regresaré al paraíso. Adiós. Me sostienen boca abajo. No puedo respirar. Me golpean y entonces lloro por primera vez, aunque sé que no será la última. Me posan en una mesa metálica. Está fría. Ansío estar con mi madre, sentir el contacto de su pecho, poder dormirme ahí. Pero en lugar de eso, alguien viene con unas tijeras y corta el cordón umbilical. Si algo quedaba de divino en mí, el recuerdo de lo que había sido, empieza a desvanecerse. Bajo, desciendo, me caigo desde las alturas. De repente siento este cuerpo en el que ahora me encarno en toda su magnitud. Es débil, indefenso, tengo miedo, tengo miedo….

No derramo lágrimas. Tal vez no la quise lo suficiente. Perdona, querida abuela. Eras la única que me entendió. Mis padres nunca lo han hecho.
Siento tu pérdida no ya como algo físico que pueda reemplazarse. Con tu muerte una parte mía se ha ido para siempre. Ese hueco se quedará.
Ya que no te lloré lo suficiente no dejaré que nada arraigue en esa parte de mi corazón que tú llenaste.
Es extraño. Siempre te recordé vestida de negro, guardando un luto perpetuo por los que se habían ido, pero ayer te soñé de blanco radiante, como si te hubieras convertido en una santa.

No soy mis ideas. Alguien las puso ahí. Nunca imaginé otra forma de ser.
No soy este cuerpo.
Y si no soy ¿QUÉ?

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